От Иоа́нна, Главы 1-10

—¿Quién eres tú?

—Yo no soy el Cristo.

—¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?

Dijo:

—No soy.

—¿Eres tú el Profeta?

Y respondió:

—No.

—¿Quién eres? Tenemos que dar respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?

—Yo soy “la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías.

—¿Por qué, pues, bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el Profeta?

—Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis.

—¿Qué buscáis?

Ellos le dijeron:

—Rabí —que significa «Maestro»—, ¿dónde vives?

—Hemos encontrado al Mesías —que significa «Cristo»—.

—Tú eres Simón hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas —es decir, Pedro—.

—Sígueme.

—Hemos encontrado a aquel de quien escribieron Moisés, en la Ley, y también los Profetas: a Jesús hijo de José, de Nazaret.

—¿De Nazaret puede salir algo bueno?

Respondió Felipe:

—Ven y ve.

—¡Aquí está un verdadero israelita en quien no hay engaño!

—¿De dónde me conoces?

Jesús le respondió:

—Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.

—¡Rabí, tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel!

—¿Crees porque te dije: “Te vi debajo de la higuera”? Cosas mayores que éstas verás.

—De cierto, de cierto os digo: Desde ahora veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del hombre.

—Dame de beber

—¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? —porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí—.

—Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: “Dame de beber”, tú le pedirías, y él te daría agua viva.

—Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?

—Cualquiera que beba de esta agua volverá a tener sed;

—Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed ni venga aquí a sacarla.

—Ve, llama a tu marido, y ven acá.

—No tengo marido.

Jesús le dijo:

—Bien has dicho: “No tengo marido”,

—Señor, me parece que tú eres profeta.

—Mujer, créeme que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.

—Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas.

—Yo soy, el que habla contigo.

—Rabí, come.

—Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis.

—¿Le habrá traído alguien de comer?

—Mi comida es que haga la voluntad del que me envió y que acabe su obra.

«Ya no creemos solamente por lo que has dicho, pues nosotros mismos hemos oído y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo.»

—Si no veis señales y prodigios, no creeréis.

—Señor, desciende antes que mi hijo muera.

—Vete, tu hijo vive.

El hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue.

—Tu hijo vive.

—Ayer, a la hora séptima, se le pasó la fiebre.

—Sal de aquí, y vete a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que haces,

—Mi tiempo aún no ha llegado, pero vuestro tiempo siempre está preparado.

—¿Dónde estará aquél?

—¿Cómo sabe éste letras sin haber estudiado?

—Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió.

—Demonio tienes, ¿quién intenta matarte?

—Una obra hice y todos os admiráis.

—¿No es a éste a quien buscan para matarlo?

—A mí me conocéis y sabéis de dónde soy; no he venido de mí mismo, pero el que me envió, a quien vosotros no conocéis, es verdadero.

—El Cristo, cuando venga, ¿hará más señales que las que éste hace?

—Todavía estaré con vosotros algún tiempo, y luego iré al que me envió.

—¿Adónde se irá éste, que no lo hallaremos? ¿Se irá a los dispersos entre los griegos y enseñará a los griegos?

—Si alguien tiene sed, venga a mí y beba.

—¿Por qué no lo habéis traído?

—¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!

—¿También vosotros habéis sido engañados?

—¿Eres tú también galileo? Escudriña y ve que de Galilea nunca se ha levantado un profeta.

8 

—De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas.

—Demonio tiene y está fuera de sí. ¿Por qué lo oís?

—Estas palabras no son de endemoniado. ¿Puede acaso el demonio abrir los ojos de los ciegos?

—¿Hasta cuándo nos tendrás en suspenso? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.

—Os lo he dicho, y no creéis. Las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí;

—Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis?

—Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia, porque tú, siendo hombre, te haces Dios.

—¿No está escrito en vuestra Ley: “Yo dije, dioses sois”?

—Juan, a la verdad, ninguna señal hizo; pero todo lo que Juan dijo de éste era verdad.